viernes, 18 de abril de 2008

Señores y vasallos

Es un mal común. El vasallaje es una enfermedad que afecta al ser humano desde siempre. Es el miedo mismo. El miedo a ser libre, el miedo a elegir y el miedo a la responsabilidad. Ese miedo es el que nos mueve al vasallaje y, desde los albores de la humanidad, nos ha llevado a ser y comportarnos del modo en el que creemos vamos a sufrir menos o a obtener mayores beneficios.

El vasallaje consiste en la entrega de nuestra libertad a cambio de la obtención de un beneficio o la evitación de un perjuicio. Es evidente que, viviendo en sociedad, la libertad absoluta no existe y por esta razón todos somos en cierta medida vasallos, pero hay personas incómodas con el yugo, que luchan por apartarlo y otras, la mayoría, sin más ambición que continuar con él hasta el fin de sus días, tratando de aprovechar las ventajas, las mercedes, que pueda concederle su Señor o evitando su fusta.

Esta sociedad es una sociedad de vasallos. Afrontémoslo, lo somos. Somos vasallos del Estado y de la política. Y muchos prefieren seguir siéndolo: prefieren la seguridad, la tranquilidad de la aceptación del vasallaje a la responsabilidad propia de la libertad. George Bernard Shaw decía que la libertad suponía responsabilidad y que por eso la mayor parte de los hombres la temían tanto. Sin duda: es fácil ser vasallo, pero no es sencillo ser libre. El hombre libre tiene que luchar, no sólo contra su propia predisposición natural a la esclavitud, sino, lo que es más difícil, contra una sociedad de vasallos que no ven con buenos ojos al que se sale del raíl y consideran peligroso a cualquiera que ose enfrentarse a su Señor. La sociedad acepta su vasallaje pero no admite que nadie, desde la reivindicación de la libertad, le muestre sus cadenas. Sin duda, para muchos es mejor creerse libre que serlo. No es otra la razón por la que muy a menudo se acusa de enemigo de la sociedad a aquél que hace de la libertad su bandera y, rebelándose frente al yugo, obliga a los demás a contemplar las cadenas que orgullosamente portan y que, desde su mentira, pretenden seguir imponiendo al resto.

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