lunes, 21 de abril de 2008

Comienza la batalla

Al final no tengo más remedio que hablar hoy de lo que todos llevan hablando desde el sábado: de la rajoyada ilicitana.


No me he caracterizado –y quien haya leído mi blog debe saberlo- por hacer seguidismo de unos u otros. No lo he hecho nunca y no lo haré ahora. Me he equivocado y me seguiré equivocando por una razón: no soy ambiguo, ni pienso serlo. Si algo digo que es blanco, será porque lo veo de ese color y, aceptando que haya quien lo vea de otro color, no tendré inconveniente en defender lo que pienso y veo, aún cuando sea el único que lo ve de ese modo. Es lo malo que tiene creer más en el juicio propio que en el ajeno. La ventaja está en que mis equivocaciones, mis errores, son exclusivamente personales y que, como ni pido adhesiones, ni las pretendo, estará en la libertad de cual equivocarse conmigo o acertar consigo mismo.

Que a mí no me gustaba Rajoy, no es un secreto. Siempre me pareció un mal menor, al igual que el PP. No comulgo con la religión pepera, ni con ninguna religión que trate de poner a un igual por encima de mi razón o que pretenda situar a otra persona por encima del bien o del mal. En mi programación mental no existe el mecanismo para las adhesiones incondicionales o inquebrantables, mecanismo, por cierto, muy rentable para la casta política de todos los colores. Por esta extraña forma de pensar, me resulta francamente complicado entender el pensamiento acrítico de muchos y me identifico más con los que gustan de vivir a la contra. Nadie es perfecto.

Dicho esto, sólo tengo que constatar que, quien para mí era un mal menor –Rajoy- y al que di mi voto hace poco más de un mes, se ha convertido en un obstáculo para el bien. Así lo pienso y así lo digo. En España el bien pasa por que Mister Zeta salga más pronto que tarde de sus cómodos aposentos monclovitas pero, para ello, es imprescindible que exista un partido que sea capaz de ganar unas elecciones. Por el momento, el único partido -aparte del PSOE- que está en condiciones de ganar unas elecciones es el PP y todo lo que no contribuya a que esto ocurra constituye un serio obstáculo para lo que yo considero el bien común.

La política canallesca y de navaja siempre me ha dado asco y es en las épocas de crisis –como la que está pasando el PP- cuando los más bajos instintos de quienes ostentan el poder salen a la luz, cuando la gente saca a pasear lo que de verdad lleva dentro y cuando el miedo sublima todo lo malo que late en los aledaños del poder. De ahí que me pareciera despreciable la actitud de los gallos del PP cuando daban por muerto a Rajoy y que me pareciera aún más despreciable su comportamiento cuando aplaudían al repuesto líder sin el más mínimo sonrojo. De ahí que me pareciera lamentable que Esperanza Aguirre no hiciera aquello que –supuestamente- dictaba su conciencia y se enrocara en el cálculo de los daños de una batalla que podía perder. Es poco liberal eso de no atreverse y es poco honrado –aunque un lugar común en la derecha- enviar a otros a hacer el trabajo sucio esperando a que surta sus efectos.

Y sí, la COPE y El Mundo le han hecho el juego a Aguirre desde el minuto uno. Es evidente que ambos medios tenían su favorita y su estrategia, pero no dejan de ser unos medios de comunicación que actúan desde el interés –ideológico, mediático, económico o del tipo que sea- de esos mismos medios y que, hasta el momento, que yo sepa, ni forman parte del PP, ni pueden arrogarse derecho alguno para nombrar dirigentes. Eso sí, su legitimidad está en decir y defender aquello que consideren oportuno y su credibilidad se la jugarán por la coherencia de sus planteamientos. Es lógico que pretendan influir y es natural que, cuando no lo consiguen, critiquen a quienes no se pliegan a sus consignas. Quién termine ganando la batalla es lo de menos, pero lo que no es tolerable es que un partido, el que sea, no entienda que, si ayer unos medios eran libres para apoyar un proyecto que compartían, hoy con esa misma libertad tengan derecho a criticar lo que no compartan.

Lo que ocurre es que en España estamos muy acostumbrados al periodismo de partido, al periodismo dócil. El PSOE creó su propia brigada mediática y la alimentó a lo largo de muchos años para que fuera una extremidad más de su empresa, hasta el punto de que se confunde dónde acaba el PSOE y donde empiezan sus terminales mediáticas, sus medios afines. La potencia de tiro de la maquinaria mediática socialista hace que puedan mantener una cosa y la contraria con absoluta normalidad y que los espíritus críticos de su parroquia o no existan o se hayan tenido que exiliar. No es necesario recordar qué ocurrió con Borrell para constatar el grado de imbricación entre el PSOE, su aparato y sus medios.

La derecha –el centro reformismo, que dicen que se llama así- siempre ha criticado la escasa profesionalidad y credibilidad de la prensa, de los medios, convertidos en la voz de un determinado partido. Pero esta crítica de puertas afuera escondía la envidia que les corroía y el deseo de tener, al menos, un batallón para su propaganda, unos medios que, desde la docilidad, le sirvieran para enfrentarse al poderoso enemigo mediático que el PSOE había construido. El inconveniente es que, en vez de encontrar a fieles capitanes, se encuentra con muchos generales díscolos que, no sólo no siguen la consigna, sino que tienen la desvergüenza de pretender marcar la estrategia y el descaro de enfrentarse con los políticos que no se entregan a su causa. En fin, que en el PP están tomando la medicina que recomiendan y que, se ve, no es lo que realmente desean: la prensa libre.

Pues bien, en esa batallita para controlar o desmarcarse de determinados medios, ha salido el verdadero Rajoy, el killer que algunos reclaman pero que, en vez de apuntar al adversario ideológico, dispara al correligionario que no se resigna. Ha salido el político ambicioso y preocupado por su propio interés y el de sus nepotes, el de verdad y no la caricatura de hombre normal que sacó a pasear para pedir el voto hace tan poco tiempo.

Soy de los que siempre duda de la honradez de cualquier político por el mero hecho de serlo y, con mayor razón, de los que más arriba están: hay que tener muy pocos escrúpulos para llegar a según qué sitios y Rajoy no iba a ser la excepción que viniera a confirmar la regla. Voté a Rajoy a pesar de que no me convencía –que este hombre no debe convencer ni a su mujer- y porque consideraba que no había mejor opción; no estaban las cosas como para ponerse estupendo. Ahora bien, pasadas –y perdidas- las elecciones es el momento de preguntarse si no hay alguien mejor. Es natural el planteamiento y era natural que quienes legítimamente se consideraran capacitados dieran un paso al frente. Pero no, llegados a ese punto es cuando sale a pasear la realidad y ésta no es la defensa de unas ideas, sino del sillón. Y en esas lides, el otrora manso Mariano ha puesto la navaja sobre la mesa y ha soltado a sus perros para defender el cortijo de Génova 13: “este es mi cortijo, en él hago lo que me da la gana y el que quiera irse, que se vaya”. Vamos, un dechado de honradez y una lección de lo que es la democracia interna en el PP. No es de extrañar que los pocos movimientos opositores surjan desde las bases y que la dirigencia se retrate como lo que es: una pandilla de sinvergüenzas, de funcionarios de partido, uncidos al carro del que en cada momento mande y sin un ápice de dignidad. Eso sí, bien alimentados.

Afortunadamente, a este lado del río no existe la unanimidad, ni el prietas las filas. Basta con darse una vuelta por los foros de opinión para comprobar que la derecha es cualquier cosa menos monolítica y que hay mucha vida detrás de lo que dice representar el PP. La batalla acaba de comenzar.

1 comentario:

Mamá dijo...

Realmente, una entrada muy buena, muy lúcida y que hace reflexionar. Aunque está mal que yo lo diga.

El problema es que las bases no tienen cabida en este partido, de hecho en ningún partido. Con lo cual, o te conviertes en uno de ellos y juegas con sus mismas cartas, o te quedas fuera de juego. Que al final es lo que ocurre.

La gente podrá hablar todo lo que quiera en los foros de opinión, blogs de Federico, o en la plaza del pueblo, pero a la hora de la verdad, el congreso se celebrará, saldrá Mariano otra vez como presidente del PP, y luego, afilarán las navajas para intentar clavarla en su espalda y salir agraciados en una lid que no se va a jugar en un terrero perfectamente pintado como se supone debería ser en un congreso. ¿o es que acaso Rajoy fue elegido de entre varias candidaturas en un congreso pepero?

Desde mi punto de vista, Esperanza, que sabe como funciona todo esto, sabe que en un congreso no tiene nada que hacer. Con lo cual, si su intención es hacerse con el timón, esperará pacientemente a que las aguas vuelvan a su cauce, y entoces, atacará, pero siempre con la certeza de que la batalla la tiene ganada. Si no, hará como han hecho muchísimos otros en el PP. ¿o no fue lo que hicieron Cascos o Rato? Salir al FMI o a donde sea menester. Pero eso sí, no atacaron públicamente porque no las tenían todas consigo.

Creo que ayer Esperanza dijo más o menos que ella no iba a enfrentarse abiertamente a Rajoy hoy, porque tiene claro que saldría escaldada. De hecho ya lo dijo nada más perder las elecciones y anunciar el famoso congreso. Que se presente quien quiera, pero allá él.