viernes, 18 de abril de 2008

Rosas bobadas

Esta semana he estado poco inspirado y, creo, no suficientemente motivado para escribir –eso sí, hoy suelto dos entradas para compensar :-).

Y es que acabo de tener la osadía de pasarme por el panfleto sopénico –sí, sí, la osadía, porque como decía Radio Futura en su Escueladecalor, “hace falta valor” y mucho, por cierto- y, entre risa y risa, he leído un artículo que me ha provocado algo más que risa. El artículo en cuestión es obra del mariquita oficial de la PSOE, el multiorgásmico concejal del Ayuntamiento de Madrid Pedro Zerolo, un personaje que ha hecho de su muy respetable tendencia sexual el leitmotiv de su existencia. Y cada cual que se gane la vida como quiera, pero habrá de reconocerse que la meritocracia socialista tiene el listón por debajo del cinturón o de la cinturilla, que uno no lo tiene muy claro, y que con tal método de selección la inteligencia es más una anécdota que una constante. A los hechos me remito. El caso es que el tan meritado Zerolo, tras despacharse muy a gusto con lo que el llama “la derecha”, afirma lo siguiente:

Hay un indicador infalible que comparten todas las naciones más avanzadas: el número de mujeres que están presentes en los puestos de responsabilidad pública y en los consejos de dirección de las empresas.

Y se queda tan ancho. Reconozco que nunca he oído hablar de ese infalible indicador y que, a fuer de ser sinceros, tampoco tengo muy claro en qué consiste eso de las naciones más avanzadas, pero sí tengo la sensación de que la afirmación zerólica no pasa de ser un simple absceso de chiki chiki. Vamos, que entre orgasmo y orgasmo le debió pasar por el magín semejante estupidez y no ha tenido más remedio que ponerla por escrito, no tuviera la mala suerte de olvidarla. En fin.

Si hay algún indicador infalible del avance de una sociedad no está en el recuento de progesterona o de testosterona en los puestos de responsabilidad pública o en los consejos de administración, sino en el recuento de las neuronas presentes -o ausentes- en dichos puestos. Quienes tenemos la convicción de que las neuronas no se ven afectadas por el sexo de sus propietarios no necesitamos mirar la entrepierna de nadie para congratularnos –o espantarnos- ante un nombramiento. Pero se ve que en la PSOE todavía están en la fase del autoconvencimiento, de creerse de verdad aquello de la igualdad entre hombres y mujeres y, al final, sus nombramientos parece que sólo pueden ser entendidos como actos de autoafirmación más que de convicción. Y mira que no es necesario mucho esfuerzo para terminar convenciéndose de que es así, de que tanto montan los ministros y las ministras que nombran y que en eso de la incompetencia, su nivel es ciertamente muy parejo. Mucho me temo que es más su bajo perfil intelectual y su escasa cualificación lo que pone a España en su lugar entre las naciones más avanzadas y no tanto el tipo de ropa interior que usa cada uno de los carteristas del Gobierno, pero vamos, no deja de ser una intuición.

Y por cierto, no creo que España no sea una nación medianamente avanzada ¡líbreme Mister Zeta de contradecir en esto al Señor de los Orgasmos! Porque lo es. La prueba la tenemos en el hecho de que, a pesar de los gobernantes que nos damos, el barco sigue aún a flote. Bien es verdad que no sabemos por cuánto pero, el día que a muchos el agua les llegue al cuello, lo mismo hay quien se abstiene de votar a la PSOE y el PP de Rajoy va y gana las elecciones (mejor hacer bromas que echarse a llorar ¡qué país!).

El día en que nos interesemos más por conocer la capacidad y la cualificación de quienes van a ocupar los cargos de responsabilidad, que por otras cuestiones meramente biológicas, estaremos en el camino correcto. Lo de ahora, lo de contar ministros y ministras, la verdad, no creo que sea el camino.

2 comentarios:

Persio dijo...

jojojo, el Señor de los Orgasmos.
¿Querrá ser mujer en puesto de responsabilidad?

Ángel Jiménez dijo...

Pues es posible. La verdad es que la cuota de los zerolos no está representada oficialmente en el Consejo de Ministros.