
Ayer fue día de asueto en esto de escribir y me dediqué a cambiar el diseño del blog.
Lo normal en un novato en esto del bloguerío: uno empieza creyendo que de lo que se trata es de escribir y luego se da cuenta de que puede ponerle lacitos y pamplinas a su blog y se deja el tiempo en esta clase de chorradas.
Era uno de esos días en los que no tienes nada que decir, esos días en los que sólo se te ocurre acordarte de lo mucho que hay que mejorar y lo poquito que uno puede hacer. Kennedy dijo aquello de “no preguntes qué puede hacer América por ti; pregúntate qué puedes hacer tú por América” y, ante tan abrumadora responsabilidad, hice lo que corresponde a cualquier español: dedicarme a lo fácil y mejorar el diseño de mi blog que para eso es mío y puede hacer con él lo que quiera. Y lo peor es que lo mismo no ha mejorado. Bueno, algo sí: hoy he incorporado una lista de enlaces y en ella iré recogiendo las páginas que me parezcan más interesantes. Espero que sea útil.
Lo cierto es que ayer no tenía ni idea a qué dedicar unas líneas y que tampoco el panorama daba para mucho. Entre la sopa de ministrables y el filete que llevan encima los del PP, ¿de qué iba a escribir? ¿De las lumbreras que se postulan para ocupar las carteras ministeriales? ¿De por qué Rajoy cada vez se parece más a Wally? Está todo muy visto, muy dicho y muy escrito como para venir uno a decir algo que no se haya visto, dicho o escrito.
Hoy la cosa cambia y, como es de esperar, el cambio es por casualidad. He descubierto el blog de Jorge Moragas y su apuesta por un cambio de registro en el PP a cuenta de la derrota electoral de su partido. Sinceramente, no sé exactamente a qué se refiere el diputado Moragas: si a cambiar de registro para parecerse a los que ganan las elecciones o a cambiar de registro para cambiar la sociedad y ganar elecciones. Me da a mí que se inclina más por lo primero que por lo segundo pero, a decir verdad, estoy convencido que el mochilero Moragas terminará haciendo desde su escaño de hoy lo mismo que hizo desde el de ayer: lo que le manden… no vaya a ser que no repita, que de diputado –aunque sea en la oposición- se pasa muy bien, y si no que se lo digan a Michavila.
Moragas tiene, en mi opinión, las ideas muy claras: primero seguir en el machito y segundo, si puede ser, que la próxima legislatura el machito esté en algún despacho de la planta noble de algún Ministerio. Esas deben ser las ideas claras a las que se refería el PP en la campaña electoral y a algunos esa clarividencia los hace traslúcidos. Ya dije hace días –por cierto, antes de las elecciones- por dónde creía que debía ir el PP y que era importantísima la regeneración de la derecha para la, a su vez, imprescindible regeneración de España. Lo dije entonces y me ratifico ahora. La política debe tener como objetivo cambiar la sociedad para mejorarla, no adaptarse a ella para que mejore el que ejerce de político. La solución del PP no está –sólo- en un cambio de registro: es imprescindible un cambio en las personas y eso hoy es simplemente imposible. Si Rajoy se va, será sustituido por otro igual. Posiblemente, peor… salvo que gane las elecciones: entonces sería Dios encarnado a imagen y semejanza de lo que fue Aznar.
No me resisto a copiar parte del texto de Moragas para comentarlo:
No creo tanto en un cambio de nombres como en un cambio de registro en el discurso y en la forma de presentarnos a la sociedad.
Lógicamente no cree en un cambio de nombres, no vaya a ser el suyo uno de los que cambien y no vaya a dar la casualidad que el Jefe piense que se refiere a él. Habla de un “cambio de registro en el discurso y en la forma de presentarnos” y esto lo dice justo después de perder unas elecciones y tras cuatro años de ser derrotado en las anteriores. Esto lo dice alguien que era diputado antes de las elecciones del 9 de marzo y que lo será en esta legislatura. Vamos, que no pudo decirlo antes, el pobre. Pero eso sí, cree que hay que cambiar pero sin cambiar. De vergüenza ajena.
Tenemos que salir al encuentro de los demás. Estamos obligados a hacer un esfuerzo para adaptar el partido a una nueva sociedad, que nos guste o no, ha preferido votar a Zapatero.
Sí, efectivamente, el PP debe salir al encuentro de los demás para evangelizarlos, para convencerlos de que su programa es el adecuado, de que sus ideas son las mejores y de que quienes las van a defender no tienen más objetivo que mejorar la vida de los demás. Es cierto que para ello es necesario tener ganas de trabajar y hablar con la gente, es preciso tener ideas y programa y, sobre todo, hay que ser completamente distinto a como son la mayor parte de los dirigentes y cabezas visibles del PP, incluido Moragas. Porque si no, esta sociedad, que ha preferido a Mister Zeta un día después de preferir a Chikilicuatre seguirá sin darles su voto y, cabe la posibilidad, de que muchos de los que un día les votaron se harten de llevarse la mano a la nariz cada vez que ve la calaña de los personajes a los que no tienen más remedio que votar.
El cambio de registro es más fácil si se hace desde la regeneración que desde la continuidad. Debemos mirar con humildad la realidad para abordar con mentalidad ganadora el futuro.
La mejor lección de humildad que se podría dar a la sociedad es considerar que cabe la posibilidad –remota, Moragas, remota- de que uno mismo puede ser la causa del problema. ¿Dónde está la humildad cuando a priori no se cree en un cambio de nombres y, sin embargo, se entiende necesario un cambio de discurso? El discurso no es un producto de la generación espontánea, sino de unas personas determinadas persiguiendo un objetivo también determinado. La regeneración pasa por una redefinición de los objetivos e implicará –ley de vida- una renovación de las personas.
Nos enfrentamos en un mundo postmoderno (sic) en donde la máscara predomina sobre el contenido. Podemos seguir despreciando el poder fascinador de la superficie o podemos asumir de una vez por todas que la mascara también pude ser el espejo del alma. El cambio de registro consiste en entender que la imagen y la actitud no son un simulacro de la verdad sino un vehiculo para multiplicar el mensaje. No se sacrifican los principios ni los valores porque no conozco mejor forma de defenderlos que ganando las elecciones.
Si no fuera porque Moragas ya se ha ocupado en dejar bien claro a qué se refiere, estaría completamente de acuerdo con este párrafo. Sin duda, no se puede despreciar el valor de la imagen y más en un mundo en el que la palabra tiene cada vez menos valor pero, aceptando el diagnóstico, no comparto el pronóstico. La imagen se crea y las ideas, la verdad, se comunican. La imagen no debe ser una máscara espejo de la verdad, la imagen debe ser la verdad misma. Sólo las malas ideas, las mentiras, no pueden ser defendidas sin máscara y sólo quien no cree en las ideas que dice defender, o en el receptor de las mismas, puede considerar necesaria una máscara. Si no cree en ellas, porque no querrá que se le note; y si no cree en el receptor, porque piensa que enmascarando sus ideas, podrá engañarle. Sin duda, y de eso saben mucho en la izquierda, es más fácil mentir que convencer: una persona honrada debería preferir perder a mentir. Las ideas se defienden mejor desde la decencia que desde el poder.
El principal inconveniente de la verdad es que es irremediable. Quien cree en ella, la afronta. Quien no, la enmascara.
Y ahí está el problema de la mayor parte de los políticos: su verdad es inconfesable.
¿No es eso, Jorge?

OTRO SÍ DIGO. Me enteré ayer de la publicación del último libro de Pablo de Molina, un auténtico monstruo, liberal de l a l y que, como pocos, sabe mezclar el humor y el pensamiento político. Como digo, el libro acaba de salir y, por el momento, sólo he visto el vídeo promocional. No tiene desperdicio.