viernes, 22 de febrero de 2008

Pluralidad

Acabo de leer una noticia de lo más curiosa en el medio de comunicación más… ¿cómo diría? ¿analfabeto? ¿sectario? No, ¡sopénico! La noticia de marras reza así: Varios blogs recuerdan el pasado increpador de María San Gil y Rosa Díez. Los varios blogs son cuatro que -¡oh, casualidad!- terminan citando al mismo. La verdad es que tiene su gracia leer a este tipo de opinadores de la izquierda militante. Y tiene gracia porque, en su empanada mental, confunden las churras con las merinas. Para esta recua de opinadores es lo mismo increpar al gobierno que a la oposición. Vamos, de hecho para ellos no es que sea igual, es que, con la izquierda en el gobierno, lo suyo es ir a por la oposición. Lo mismo es ir a gritarle a Zeta, todavía hoy Presidente del Gobierno y, por tanto, último responsable de la gestión pública en España, que tratar de pegar a María San Gil que, hasta donde yo sé, sólo puede ser responsable de la mejor o peor fortuna de su partido en el País Vasco. Lo mismo es abuchear a Felipe González –sí, es que todavía se acuerda de cuando lo abuchearon en la Autónoma en 1993, siendo Presidente del Gobierno... ¡y no lloró!- que hacer lo propio con Rosa Díez. Es lo mismo. Lo mismo es criticar al Gobierno, que criticar a la oposición. Lo mismo, lo mismo. En España se ha asumido de tal modo la línea de pensamiento estalinista que desde la izquierda ni se entiende ni se acepta que, en democracia, lo natural es que un Gobierno sea objeto de todo tipo de críticas: está ahí, para gobernar, para tomar decisiones y, lógicamente, para ser objeto de crítica –más o menos furiosa, más o menos fundada- por aquellos que consideran que su acción de gobierno les está perjudicando o que, simplemente, es manifiestamente mejorable. Pero, ¿a la oposición? ¿Qué sentido tiene que el Gobierno critique a la oposición? ¿Qué puede hacer la oposición para que se la critique? ¡Ah, sí! Oponerse, lo cual está muy mal si quien gobierna es el PSOE que, como cualquier persona con talante sabe, sólo sabe hacer las cosas bieeeeeeen. No deja de ser llamativo que el estalinismo nunca tuviera que criticar a la oposición: directamente la liquidaba. Lo mismo se trata de eso.

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