martes, 13 de mayo de 2008

Otra que se va

Sí, es así, al final pasa lo que pasa. María San Gil, Presidenta del PP en el País Vasco (que no es lo mismo que el PP del País Vasco o que el PP vasco, los términos tienen mucha más importancia de la que les damos) terminó diciendo basta. Y no está sola. Más bien al contrario, con ese “basta” ha representado a la inmensa mayoría de los votantes y militantes del PP que, desde su modesta posición, llevan diciendo basta todos los días y que cada vez andan más escandalizados por la deriva de su partido hacia la nada.

Es cierto que la nada –representada por Mister Zeta y su PSOE- ha ganado las elecciones y que, precisamente ese hecho, ha llevado a muchos a pensar que para ganar algún día unas elecciones nada mejor que construir una nada alternativa a la nada triunfante, la de Mister Zeta. En eso están muchos desde siempre, no en construir la nada, sino en construirse su todo para lo que –perdón por la redundancia- vale todo. Este tipo de sujetos, dispuestos a cualquier cosa con tal de continuar amorrados a la teta de los contribuyentes, son los que hoy dominan y controlan el PP (seamos honestos, son los que han dominado siempre al PP, pero hoy se les nota más).

Sólo hay que darse una vuelta por la web del PP y ver el quién es quién de los organizadores del Congreso de Valencia. Leyendo las breves reseñas personales de los miembros organizadores del invento se da uno cuenta de qué tipo de personajes están al mando de un partido de más de 700.000 afiliados. Muchos de ellos son la viva imagen de Mister Zeta: no han trabajado nunca en otra cosa que no sea su partido (que en este caso, en vez de PSOE, se llama PP, pero es lo mismo). ¿Y qué se puede esperar de este tipo de personas? Obediencia y, llegado el momento, un “qué hay de lo mío”. Difícil encontrar entre estos funcionarios de partido el más mínimo atisbo de oposición a los deseos del líder y si el líder dice blanco, pues blanco, y si dice negro, pues será negro. Las lentejas son las lentejas.

Pero hete aquí que, frente a la cofradía de los que no están dispuestos a poner en juego sus lentejas por alguna idea elevada, nos encontramos a gente para la que las lentejas son poco menos que una broma. Gente como María San Gil y tantos otros miembros del PP en el País Vasco que se juegan la vida por defender aquello que creen justo y a los que las lentejas les traen sin cuidado: bastante tienen con sobrevivir.

¿Cómo se le explica a quien se juega la vida, a quien ha visto morir asesinados a amigos por defender una idea de España y de la libertad de los españoles que eso no vende? ¿Con qué cara se le dice a alguien así que para ganar unas elecciones y repartir lentejas entre los miembros del esforzado aparato hay que abandonar unas ideas justas por las que lleva años luchando? En definitiva, ¿con qué se puede contentar a quien se juega la vida por unas ideas para que esté dispuesto a abandonarlas y resultar simpático a los ojos del enemigo? Pues con nada. Hay personas que, simplemente, no tienen un precio. Otras, como Esaú, se venden por un plato de lentejas y creen, desde su mezquindad, que todos los seres humanos están en venta.

Difícil es que unos y otros puedan compartir un proyecto en tiempos difíciles. Los unos, los que se juegan la vida, los que han visto caer a muchos de los suyos por defender algo en lo que creen, difícilmente pueden estar dispuestos a ceder en sus principios por la promesa de un cargo que llegará o no pero que, si llegara gracias al abandono de los principios, gracias al olvido de la sangre derramada, sólo tendría sabor a ignominia. Por contra, los otros, los cofrades de la lenteja, difícilmente entenderán que hay vida más allá de la cuenta corriente y del ejercicio del poder que, al contrario de lo que pensaba Enrique IV de Francia, París no vale una misa.

En la redacción de la ponencia política del PP de la que ha decidido salir María San Gil se han confrontado por tanto dos visiones de la política. Una visión que cree en la política como un medio para mejorar la sociedad, en la que el político es un auténtico servidor público que defiende aquello en lo que cree, con generosidad y valentía. La Política con mayúscula, que hace grandes a los hombres que la ejercen. Y otra visión, la dominante, la mezquina, la pegada al suelo, la que concibe a la política como un fin, como la simple lucha por el poder. Una visión egoísta en la que el político no tiene más objetivo que mantenerse a costa de quien sea y cómo sea, la de los profesionales de la cosa. Esa es la política a la que está llevando Rajoy al PP y a la que María San Gil no ha querido servir de coartada.

Parafraseando a Méndez Núñez: más vale honra sin cargos, que cargos sin honra.

Mariano, vete ya.

5 comentarios:

ALFONSO SERRANO dijo...

Que menos que devolverte la visita.

Dices en tu post:

¿Con qué cara se le dice a alguien así que para ganar unas elecciones y repartir lentejas entre los miembros del esforzado aparato hay que abandonar unas ideas justas por las que lleva años luchando?

Ese comentario lo haces antes de leer la Ponencia, antes de darse a conocer el texto, sólo por l oque has leído u óido. Ahora tienes el texto. Te invito a que medigas donde está ese abandono de ideas.

Un abrazo

Alfonso

Ángel Jiménez dijo...

No, Alfonso, no. Sabes perfectamente que el problema no está en el texto de la ponencia que hoy se presenta, sino en el texto que se quería presentar y para el que María San Gil era la perfecta coartada. Las cartas están a la vista de todos hace mucho tiempo.

Salu2

Anónimo dijo...

No estoy relacionado con ninguna formación política.

En el caso del PP actual veo un defecto muy grande, que es creerse que solo unos arriesgan la vida, solo esos mismo lucha por lo justo y por tanto tienen la razon y el derecho de ser intolerante con todos.

La vida se la juegan todos y puedes estar de acuerdo con unos y no con otros, pero no monopolizar los valores buenos que en muchas ocasiones comparten todos.
El primer valor por cierto, es la tolerancia, pues uno siempre puede estar equivocado.


Sin tolerancia no hay grandeza.

Ángel Jiménez dijo...

Gracias por la visita.

Sinceramente, no creo que la tolerancia sea un valor en sí misma. ¿Se puede ser tolerante con el mal? Yo creo que no. Puedo llegar a entender a aquél que hace el mal, pero no por eso debo tolerarlo. Para mí el bien y el mal no son relativos. Si algo está mal estará mal en cualquier circunstancia, sin embargo sí que creo en el error y en que el error nos puede hacer confundir lo bueno con lo malo. Sólo el uso de la razón puede sacarnos del error, de ahí que sea imprescindible escuchar a quien no ve las cosas del mismo modo en que lo hacemos nosotros, saber entenderlo y valorar sus razones. Pero eso no es ser tolerante, eso es ser persona.

Salu2

Republica Rojigualda dijo...

Y lo peor de todo es que los medios más mediocres intentan convertir el portazo de María en una lucha de poder. Patético.

Por cierto, tienes un premio en mi blog.