
La primera de ellas reza como sigue:
Hoy es un día para que la democracia llore a alguien que dejó mucho empeño para que vivamos en un país de libertades.
Lo primero que se me vino a la cabeza cuando oí a Mister Zeta pronunciar esta frase fue: ¿qué es eso de que “hoy es un día para que la democracia llore”? Nunca he pensado que la democracia pudiera llorar, ni que una simple forma de Gobierno que, por su propia naturaleza, no puede representar a nadie, pudiera ser personificada y ¡hasta llorar! Lo natural no sería la personificación de la democracia –que es ridícula- sino la personificación de
Digo más: la democracia, aún aceptando que pudiera llorar, difícilmente lo haría por alguien que llegó a
Y no, no es este un reproche a la figura del más breve Presidente de los últimos 30 años, sino la simple constatación de la estupidez del halago funerario. Calvo-Sotelo fue un hombre que cumplió su papel dignamente y que respondió fielmente al modelo de la clase dirigente del tardo franquismo: facilitar el camino a la izquierda con la esperanza de que les perdonara lo que creían pecados de la derecha (básicamente, existir). Colaboró en una transición que no tenía más objetivo que repartir la tarta del poder con quienes –hoy lo sabemos- una vez sentados a la mesa, no estaban dispuestos ni a repartir migajas (costó trece años desalojarlos la primera vez y, por ahora, los ocho años de PSOE no nos los perdona nadie) y facilitó el descalabro de la parte de la derecha que él pasó a dirigir después del forzado abandono de Suárez (lo mismo era este el “mucho empeño” al que se refería Mister Zeta porque, desde luego, puso mucho empeño en el despeño). Hoy se le ensalza por la forma en la que gestionó el fracasado golpe del 23-F del 81, por el modo en que abortó el golpe de octubre del 82 y por la elegancia con la que puso el poder en manos del PSOE casi medio siglo después, pero ninguno de estos “grandes méritos de difunto” soportaron el foco en vida del finado.
La siguiente sandez reseñable en el pretendido halago presidencial viene a cuento de lo del “país de libertades”. Esa es otra frase habitual y feliz de nuestro Presidente del Gobierno, lo que no sé es qué libertades se refiere porque, por faltarnos, nos falta hasta la libertad de elegir el idioma con el que queremos comunicarnos. No me cabe duda de que a Mister Zeta le sobran libertades (y tiempo libre para disfrutarlas) pero si hay algo que falta en España es precisamente eso: libertad. Así que hablar de un país de libertades, aparte de una cursilería, es una gran mentira. Eso sí, gratis, porque libertad nos falta, pero tontos nos sobran.
Y el súmmum de la estulticia zapaterina en la segunda perla:
Una democracia es grande si reconoce y homenajea a los grandes hombres que con ahínco hicieron posible nuestro proceso de transición
Y dale con la personificación de la democracia. No, Mister Zeta, no. Una Nación es grande, no una democracia. La democracia no puede ser ni grande, ni pequeña. Puede ser útil o inútil y, cuando permite que llegue al poder gente como tú, está más cerca de lo segundo que de lo primero. La democracia puede ser un elemento vertebrador de
Pero todavía más curioso es que venga a alabar la transición el tío que más ha hecho por cargarse lo poco bueno que había en ella. El mismo Calvo-Sotelo se refirió a la segunda transición emprendida por Mister Zeta y se lamentó de que se buscaran legitimidades en
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