
En principio, las reformas puramente constitucionales afectarán a la tan manida prelación del hombre en la sucesión a
Pero eso sí, más laicismo y menos derecho a la vida para los más débiles. Porque por ahí van los tiros. El laicismo escondido tras el derecho a la libertad religiosa y el aborto y la eutanasia tras el derecho a disponer del propio cuerpo y de la propia vida.
El avance del laicismo es preocupante por cuanto se ofrece a la opinión pública una visión distorsionada de la realidad. Se nos vende que España es un Estado laico cuando, constitucionalmente, se proclama como Estado no confesional o, lo que es lo mismo, un Estado que respeta y reconoce el hecho religioso pero que no se pronuncia a favor de ninguna confesión particular, ni en contra de otra u otras. El laicismo del PSOE parte de la negación del hecho religioso y por ello es contrario a nuestra Constitución. Pero, lo que es más grave, ese pretendido laicismo no es sino una suerte de anticatolicismo inconfesable, aunque más que evidente, que tiene su raíz en la II República. Porque no se trata de garantizar la libertad de religión –que lleva existiendo desde antes de
El pretendido derecho al aborto es más de lo mismo y, haciendo uso de los medios de comunicación, se pretende crear una corriente de opinión en contra de los que se niegan a reconocer derechos. Ya es suficientemente ilustrativo que no se utilice el término “aborto” y que se haya sustituido por el eufemismo “interrupción voluntaria del embarazo”. La palabras no son inocentes y, aunque saben que no existe un derecho a abortar, son perfectamente conscientes de que su mensaje cala en la opinión pública y que cuando, llegue el momento de dar la batalla ideológica, ya la tendrán ganada. Saben que ese derecho a abortar –de tanto repetirlo- se ha instalado en el subconsciente de muchos y que les bastará enarbolar la bandera de la ampliación de derechos para que todos los voluntariamente lobotomizados se muestren a favor de matar al más débil e indefenso de los seres humanos… porque su madre tiene derecho a interrumpir su embarazo y a decidir sobre su propio cuerpo. Cuando llegue el momento de articular una oposición frente a esta atrocidad, será muy difícil hacer comprender que no se trata de privar de un derecho, que ese derecho ni existe, ni puede existir en una sociedad civilizada, que nadie puede tener derecho a matar a otro y que el aborto es simple y llanamente la eliminación, el asesinato, de un ser humano indefenso. Desde la propaganda, convertirán el aborto en una bandera de la progresía y la oposición al mismo en una muestra de la intolerancia de la derecha y de
Con la eutanasia seguirán un parecido camino y desde el PP (que es la única oposición que nos queda, si se le puede hoy llamar así) no se sabrá explicar que, si bien es muy discutible que pueda existir un derecho a morir, es inaceptable que exista un derecho (y una correlativa obligación) a recibir la muerte. Que el Estado debe garantizar una muerte digna y sin dolor pero que una muerte digna no consiste en un asesinato consentido, ni en la aceleración de un proceso por muy evidente que sea su final. Es natural que el proceso de la muerte no se retrase por medios externos y que se haga tan llevadero como permitan los medios y técnicas a nuestro alcance, pero que, con la excusa de hacer más humano el trance, nos limitemos a acelerar lo inevitable, carece de cualquier humanidad. Hay quien no se da cuenta que el superficialmente razonable “derecho a disponer de la propia vida” es sólo el paso previo a la obligación a disponer de ella, que es justo el callejón sin salida que no nos quieren mostrar los partidarios de la eutanasia, ese momento en el que el será el Estado quien elegirá entre paliar un proceso inevitable o simplemente llevarlo a término con la mayor rapidez dado que es, eso, inevitable. Sin duda, una buena forma de reducir los costes del sistema sanitario pero éticamente inaceptable.
Por aquí empezamos. En los próximos días le daré una vuelta a la modificación del sistema electoral.
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