lunes, 26 de mayo de 2008

De flores y epístolas

Desde que empecé a escribir este blog, me he pronunciado en diferentes ocasiones sobre la imprescindible regeneración de España. Nuestro país –mi país- se está convirtiendo justamente en lo contrario de lo que debería ser y de lo que dice nuestra Constitución que es. Desde la Transición

hasta ahora hemos sido testigos del modo en el que las buenas intenciones de unos pocos han ido empedrando el camino para que la mayor de las tiranías se abriera paso, una tiranía invisible pero que todo lo abarca y todo lo corrompe. Cada vez es más evidente que las más altas instituciones del Estado se han uncido al carro de la corrupción pero, sin embargo, esta evidencia se esconde detrás de una apariencia democrática que las legitima de cara al exterior, de cara a la población, y que la hace invisible para muchos.

Todas las miserias de este régimen se esconden detrás de la democracia, de una democracia retórica, tutelada desde los partidos que detentan el poder y que (oh, casualidad) están en manos de personas que no tienen más objetivo que su permanencia en él. Así, partiendo de una partitocracia legal que tenía como objetivo asegurar el poder de los dos grandes partidos (entonces la UCD y el PSOE) hemos podido contemplar cómo se asaltaban una por una todas las instituciones del Estado y cómo los principios de mérito y capacidad que deberían guiar los nombramientos en todos los ámbitos del Estado fueron sustituidos por criterios de pertenencia. La necesaria independencia de las instituciones (que sólo tiene sentido desde el estricto cumplimiento de la legalidad) se ha transmutado en la fidelidad canina hacia los políticos que ostentan el derecho a nombrar y cesar y para los que los méritos personales y la idoneidad para el cumplimiento del deber no tienen ningún valor.

Este tránsito que se iniciara tímidamente en la Transición y que se podría justificar entonces como consecuencia de las circunstancias que rodearon aquel proceso, fue llevado al extremo por los distintos gobiernos del PSOE de Mister X pero también el PP de Aznar contribuyó a que se alargara la distancia entre la España que se dibujaba en la Constitución y la que hoy padecemos. En su falta de decencia democrática no fue mejor Aznar que Mister X y bien que lo siento, sobre todo porque Aznar llegó al poder cuando ya era imprescindible la regeneración de España y de unas instituciones que ya mostraban signos evidentes de agotamiento. Tras los ocho años de gobierno del PP de Aznar, España no había afrontado ni una sola de las reformas que hubieran permitido una auténtica separación de poderes y una mejora de la calidad democrática. Bien al contrario, subidos en la poltrona que había construido el PSOE, no sólo no se adoptaron medidas para evitar la progresiva degeneración del sistema, sino que se hizo uso en primera persona de todo aquello que se debía haber evitado y con el mismo objetivo que tuviera el PSOE en su creación: acaparar todo el poder y perpetuarse en él.

La llegada al poder de Mister Zeta ha servido para que se continúe profundizando en la implantación del régimen, para que muchos comiencen –comencemos- a pensar que el enfermo está cada vez peor y más cerca del precipicio, del punto sin retorno.

La crisis del PP es el último de los síntomas.

Todo esto viene a cuento de una carta remitida por el General de Brigada Blas Piñar Gutiérrez (sí, sí, hijo de quien piensa) al Jefe del Estado Mayor de la Defensa y por la que, parece, ha sido arrestado (publicada por El Confidencial Digital). Si triste es que quien se expresa del modo en que lo hace este General sea sometido a medidas disciplinarias, más triste es que nuestro país haya llegado a un nivel de degeneración que demande actos de este tipo.

Este es el texto:

Blas Piñar Gutiérrez
General de Brigada de Infantería

Granada a 19 de enero de 2008

Mi general:

Acabo de pasar a la reserva por prescripción legal, profundamente decepcionado del Ejército. Desde hace más de dos años y medio, cuando presenté mi primera instancia pidiendo voluntariamente el cese en la situación de actividad, ningún mando me ha preguntado por las razones de mi solicitud. No me ha extrañado, pues desde hace tiempo y de forma progresiva, la cúpula militar ha optado, en temas mucho más importantes y transcendentes, por lavarse las manos o aplicar la política del avestruz. Hemos “conseguido” una institución no sólo ciega, sorda y muda, sino además insensible, sumisa y desvertebrada.

En mi caso concreto, para la superioridad ha resultado más cómodo inhibirse del fondo de la cuestión afirmando frívola y falsamente:”Se quiere ir porque tiene dinero por casa y se ha cansado de esto”; o “está molesto porque no le han dado el destino que quería”. Cualquier cosa resultaba más fácil que hablar conmigo, porque el asunto no aparentaba ser políticamente correcto – más aún con este gobierno- y no merecía la pena darse por enterados de mi situación, vicisitudes y hoja de servicios.

Profesionalmente, en estos últimos cinco años, me he sentido infrautilizado y excluido, no he recibido la mínima consideración formal exigible, y he carecido del apoyo y la defensa que cabía esperar de mis jefes.

En realidad han sido mi nombre y apellido, de los que me siento profundamente orgulloso, la explicación evidente del trato recibido. Me es posible llegar a admitir, e incluso entender y asumir, esta animadversión si proviniera exclusivamente de ciertos medios políticos, pero en absoluto puedo aceptarla si tiene su origen o es asumida (e incluso preventivamente superada) por mis propios mandos.

Pero no tranquilices tu conciencia concluyendo que mi deseo de marcharme ha sido exclusivamente consecuencia de dicho trato. A pesar de ello, hubiera seguido hasta el final, con pleno entusiasmo, en cualquier puesto y empleo, si tuviera un mínimo de fe y confianza en el Ejército actual, representado por sus máximas jerarquías. Pero he podido comprobar, una y otra vez, que estamos en sintonías bastante diferentes. El amor a España, nuestra historia, la bandera, el juramento sagrado, el reconocimiento a nuestros héroes, el honor, la lealtad, la responsabilidad, el sacrificio, el compañerismo, nuestras ordenanzas…todo parece difuminado, silenciado, sometido a interpretaciones oportunistas, disimulado en escritos, declaraciones o discursos excesivamente acomodaticios y contemporizadores. He llegado a la conclusión de que se pretende que estos conceptos y valores pierdan autenticidad, para que no se vean reflejados con todo su vigor en los comportamientos institucionales y personales. Como excusa se habla en exceso de disciplina, desvirtuando su esencia y utilizándola de comodín para sustituir el cumplimiento del deber, mucho más exigente y comprometido.

Cuando se llega al convencimiento personal de que el Ejército -de forma consentida- se está vaciando institucionalmente, que no cree ni está en disposición de cumplir con su misión constitucional, que no asume ni defiende realmente sus valores permanentes y que renuncia a representar con dignidad el papel encomendado, caben dos líneas de acción: esforzarse desde dentro en cualquier destino -si esto resulta posible- para restablecer los principios y recuperar las actitudes abandonadas; o desvincularse de la institución por considerar que -en tu caso- te han limitado la capacidad de actuación y tu presencia solo sirve para respaldar posturas incompatibles con los compromisos asumidos con España y el Ejército.

En ambos aspectos, personal e institucional, concretamente tu has tenido una muy especial responsabilidad como JEMAD durante los últimos años.

Desde un año antes de ascender a general he podido constatar que profesionalmente me han recortado las posibilidades de seguir trabajando de acuerdo con la vocación militar. He sufrido -con excesiva frecuencia- desconfianza, aislamiento y discriminación, obligándome todo ello, muy a mi pesar y tras profunda meditación, a cambiar la primera línea de acción por la segunda. En definitiva, me he querido ir –sin conseguirlo- antes de tiempo por exigencia de la lealtad, la responsabilidad y la dignidad, y con el orgullo y satisfacción del deber más que cumplido hasta el final, de una entrega sin límites y de la superación de numerosos obstáculos internos. En cualquier caso, me llevo el reconfortante bagaje de las innumerables compensaciones que el ejercicio diario de la milicia te proporciona, y sin las cuales no tendrían explicación estos últimos años de dedicación y esfuerzo, a pesar de las adversas circunstancias.

Habiendo llegado a la dolorosa conclusión de que ya no podía ni quería ser útil a este Ejército y por fidelidad al juramento prestado, consideré una obligación renunciar a mi situación de actividad como general. Los repetidos intentos (hasta agotar los procedimientos reglamentariamente disponibles) resultaron inútiles, sin haber merecido siquiera explicación o contestación alguna. Por eso hoy he querido exponer, sincera y claramente, ante los miembros actuales y recientes del Consejo Superior del Ejército, las razones que motivaron mi decisión. De esta manera cumplo con mi conciencia y honor, aunque es probable que mi conducta ni tan siquiera sirva como referencia “diferente” a nuestros oficiales, suboficiales y soldados.

A pesar de todo, me seguiré esforzando por mantener la esperanza de que el Ejército quiera, sepa y pueda reaccionar antes de que sea demasiado tarde para España. La responsabilidad es vuestra. Para entonces, si esto ocurriera, podéis contar conmigo en el puesto de mayor riesgo y fatiga, donde de nuevo me tendréis a vuestras órdenes.

¡VIVA EL EJÉRCITO!

¡VIVA SIEMPRE ESPAÑA!



Fdo. Blas Piñar Gutiérrez

1 comentario:

Republica Rojigualda dijo...

Menudo cretino es el JEMAD. Creía que siendo el lacayo de ZP le iban a nombrar jefe militar de la OTAN. Evidentemente, fue el primero en ser descartado, y con razón.

Hasta qué grado de degeneración institucional hemos llegado cuando se arresta a los militares que se creen lo que dice en la constitución y lo defienden.